Recordando a nuestras abuelas, nuestras ancestras, comparto este pequeño cuentito inspirado en mi abuela paterna Rosa Graciela Muñoz Tapia.
Era una mujer de mucha fortaleza y desprendimiento. Sus manos calientes y sanadoras aun las siento cuando poso las mías en mi pecho... Y a veces en el recuerdo de ella estar agarrando mi pequeña mano caminando juntas por las calles de Ciudad Satélite dónde vivíamos. Y sobre todo viene a mi memoria cuando como un chocolate, porque así era ella: dulce-amarga e intensa, y ahí radicaba su magia, porque en ella vivía aún la niña traviesa que fue, aquella niña que se escabullía en la alacena para comerse la mantequilla con los dedos...
El chocolate que no recuerdo pero no olvido
DaZet Zol
Derritiéndose en mi boca y entre mis dedos, su dulce amargo sabor se esparce por todas las rutas de mis papilas gustativas y los poros de mi piel …
- ¡Quién come uno, come dos! -Expresó con voz vivaracha y ojos alegres mi abuela Chela- mientras me pasaba otro de esos chocolates. Esta vez es uno con pasas uvas, y nos reímos en complicidad, deseando que nadie nos atrape en esa tarde de atracones chocolateros.
- ¡Quién come dos, come tres! Ella vuelve a gritar, esta vez riendo a carcajadas… y yo, agasajándome a saltos de rodillas sobre la cama por tan delirante reto. Somos ella y yo, nadie más …. Un rayo de sol por el tragaluz, sonrisas y aroma dulce entre sus bellas canas, tarde de mayo, quizá de octubre.… el tiempo no es más que un embustero…
- ¡Quién come tres, come cuatro!
…Riendo y coreando las dos, al unísono, sintiendo los pliegues de la envoltura, escuchando como se despega el papel y jugando con el envoltorio estañado haciendo ornatos de barquitos y flores mientras entre mis muelas se va disolviendo la dulce tableta.…
¡Alguien está afuera! Sus pasos se aproximan hacia la puerta, puerta que siempre está abierta y sólo al tiempo de nuestro ritual se cierra.
- ¿Quiéen? –pregunta mi abuela
- Señora,… ya me estoy yendo -habla Florencia-
- ¡Ah ya! Espérame un ratito, -responde presurosa mi abuela- (y entonces ella toma de la caja tres tabletas de chocolate de distintas presentaciones, -Recuerdo bien que venían en seis presentaciones con imágenes de arquitecturas coloniales de quién sabe donde-)
Mi abuela abre la puerta e invita a Florencia los chocolates.…
- ¡Gracias señora!, -responde Florencia- y se evidencia su alegría, le brillan sus ojos al ver aquellas golosinas-,… y juntas salen hasta la puerta de calle, yo las sigo en paso delicado y veo el sombrero de Florencia desaparecer tras la verja roja llena de plantas florecidas-.
Antes que mi abuela se de cuenta yo estoy de regreso en su habitación, escucho acercarse sus pesados pasos en el machimbre, entra, me mira sonriendo y me pregunta en suave tono y mirada cómplice:
- ¿Quién come cuatro?
- ¡COME CINCO! Replico riendo y ella se regocija mucho más.
Suspiramos profundamente, es casi un sueño… acto seguido, nos sentamos al borde de la cama para seguir navegando por el mar del sabor.…
Ahora que observo, ese tiempo se me antoja obtuso, donde en cada chocolate que saboreo habita el encanto de mi abuela Chela,… cual hechizo para que no la olvide y siempre su recuerdo viva en mi memoria a través de mi paladar.
Es ese tiempo feliz y perfecto a su lado, es ese hilo de cacao que nos une de allí hasta la eternidad…
Es el chocolate cuya marca no recuerdo…
Sí, es el chocolate que no recuerdo, pero no olvido... ni olvidaré jamás.…
- ¡Quién come cinco, come seis!
La Paz, 15/05/2021
Mariana Soledad Muñoz Justiniano
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